Rodolfo castro Vergara, gallego argentino nacido y alfabetizado en el siglo pasado y lo que va de este, celebra más de veintidós años en Chantada corazón de Galicia, con la publicación de esta novela en su contexto político y social. Su estilo que articula lo real con lo ilusorio mediante el relato introspectivo, el diálogo y la crónica, adquirió relevancia a través de memorables creaciones de autores provenientes de la literatura o el periodismo, como su admirado Max Aub con «La gallina ciega», «El laberinto mágico» o «Cuentos verdaderos». Tan verdaderos y transformadores como la persistente lucha por la dignidad, el compromiso y el amor prodigado por los hombres y mujeres a quienes invoca en esta obra nuestro autor.
—Hola, Rodolfo, encantado de hacerle esta entrevista para que nuestros lectores lo conozcan un poquito más, a usted y a su obra. La primera pregunta que siempre hago a los escritores que entrevisto es si un escritor nace o se hace. ¿Cuál es su opinión a este respecto?
Muy buenas, Enrique; gracias por su invitación. Creo que lo nuestro no es ajeno a los procesos habituales para otras disciplinas. Nadie nace leyendo o escribiendo, ni siquiera hablando. Casi todos venimos «programados» para ello, pero sus resultados dependen del desarrollo evolutivo y el trabajo en tal sentido. Ciertamente, el contexto socio cultural, familiar y alguna chispa individual, son determinantes.
—Usted acaba de publicar en Amazon, con los servicios de BooKyAM, una tercera edición de su novela titulada El amor de las mujeres locas, cuyo subtítulo es “Novela testimonial de no ficción” ¿Qué quiere darnos a entender (a los lectores) con este subtítulo?
Por necesidad de catalogación y descripción de un estilo muy destacado por la crítica y la industria editorial a partir de «A sangre fría» de Truman Capote en 1966; aunque la primera novela de no ficción de origen periodístico, a mi criterio literariamente superior, fue Operación Masacre del periodista argentino Rodolfo Walsh en 1957; sin descartar memorables obras de escritores o cronistas como El laberinto mágico o Cuentos verdaderos de Max Aub a partir de la Guerra Civil, de nuestra fecunda Rosa Montero o de los “Realistas mágicos” latinoamericanos y tantos otros desde Homero, pasando por la Biblia; compendio de más de cuarenta relatores y 1500 años de traducciones, manipulaciones, relatos inverosímiles y ciencia ficción, sobre todo en su primera parte.
—Y el título, “El amor de las mujeres locas”, ¿a qué viene? ¿Quiénes son estas “mujeres locas”? ¿En qué género incluiría usted su novela?
Este título proviene del infundio «Viejas locas», con que la dictadura argentina y medios a su servicio procuraban descreditar a las madres y abuelas que se concentraban silenciosamente en la emblemática Plaza de Mayo, por la recuperación con vida de sus hijos y nietos desaparecidos, a quienes Beatriz conoció durante su prolongada residencia en Argentina.
—Rodolfo, ¿quién es Bea, la protagonista de esta historia?
Bea es el apócope juvenil de nuestra protagonista y principal relatora de esta historia en el contexto que le tocó vivir a uno y otro lado del Atlántico, y asumió con sorprendente intensidad y dignidad.
—¿Y quién es Helga? ¿En qué se parecen y en qué son totalmente opuestas?
Helga fue una atractiva muchacha supuestamente destinada por los mandos republicanos, para incorporarse a una misión de carácter reservado en la Ribeira Sacra gallega. Quienes se interesen en el relato de Bea y del joven periodista que posteriormente la trató, podrán adentrarse en sus diferencias, roces y secretos inducidos por la guerra, y las consecuencias que tuvieron para ambas, cuyos caracteres a menudo enfrentados, podrían considerarse más afines que contrarios.
—Según dice en la sinopsis de su novela, hay una frase de Robert Cox que dice: “Lo que muchos no querían escuchar y señalarles lo que no deseaban ver”. ¿Qué significa esta afirmación (o negación)?
Bob Cox, recientemente fallecido, era un admirable periodista de origen británico, director del Buenos Aires Herald editado en inglés para la comunidad angloparlante en Argentina. Durante la dictadura del 76-83 destacó por su valía y dignidad profesional. A raíz de sus investigaciones y publicaciones, cayó bajo la mira de «grupos de tareas» gubernamentales y bandas pro-fascistas que a través de intentos de secuestros y coacciones a su familia, lo obligaron a abandonar el país con su esposa Maud Daverio, autora de Salvados del Infierno y cuatro hijos argentinos, con esta frase de despedida en su periódico: «La mayor dificultad para un periodista que trabajó en Argentina durante los últimos diez años, fue decir a sus lectores lo que no querían escuchar y señalarles lo que no deseaban ver».
—También, al final de la sinopsis, dice: “en estos días de incertidumbres y post verdades, procuramos honrar la memoria y el testimonio de sus protagonistas…” ¿Puede explicarnos a qué se refiere?
Esta historia, narrada por Beatriz al joven periodista que se encuentra con ella en Buenos Aires dispuesto a escucharla y registrar sus confidencias mientras se desarrollaba el Mundial de fútbol del 78, se mantuvo durante muchos años encajonada; pero los personajes citados con nombres y apellidos, excepto algunos que por razones de confidencialidad se encubrieron, son reales, como se puede corroborar, y el propósito de su edición en estos días, es dar a conocer y honrar su testimonio cargado de sorprendentes semejanzas con la actualidad.
—Rodolfo, ¿qué es el “relato introspectivo”, parte importante de su estilo literario?
Se refiere al análisis, autocrítica, reflexiones o pensamientos intercalados en el relato.
—¿Es fácil combinar y compaginar el diálogo y la crónica, también muy presentes en su estilo literario?
No me resulta de lo más difícil; después de todo, así suelen desarrollarse las conversaciones cotidianas.
—Rodolfo, cuando usted escribe, ¿de dónde parten sus textos? ¿De una imagen o de una idea?
Para Platón, la verdadera realidad eran las ideas; obviamente desconocía la opinión de Engels, que consideraba absurdo suponer que algo existiera fuera del tiempo y el espacio. Sin entrar en el fondo del asunto, por estos tiempos bastante dilucidados aunque, según dicen, uno de cada cuatro españoles y franceses consideran que el sol gira alrededor de la tierra, creo que las realidades y los hechos objetivos interactúan con las ideas y suelen generar libros impresos sobre papel o archivos informáticos que los representan.
—Supongo que alguna vez le habrá sobrevenido el “bloqueo del escritor”, ¿cómo se enfrenta usted a este bloqueo?
Continuamente. En mi caso, derivado de mis limitaciones para sintetizar y escribir sobre el cúmulo de asuntos que quisiera. ¡Hay tantas personas, tanto universo, tantas historias para abordar, que mi agobio es por exceso, no por lo contrario! Cualquiera de los protagonistas de esta novela o «Cuento verdadero», como diría Max Aub, daría para llenar cientos de páginas, pero el respeto y responsabilidad ante el lector y en este caso, ante los verdaderos hacedores y dueños de la historia, requieren asumir las limitaciones y hacer lo que se pueda, por aquello de “Lo que natura non da, Salamanca non presta».
—Habrá oído usted que casi todos los escritores siguen (seguimos) algún “ritual” a la hora de escribir (escribir siempre en el mismo lugar, a la misma hora, con la misma luz…) ¿Qué proceso sigue usted a la hora de escribir?
Soy anti ritual y anti fetichista por convicción; pero cuando pongo manos a la obra, generalmente asombrado y/o asediado por lo cotidiano, prefiero hacerlo donde tengo a mano los elementos habituales, procurando concentrarme y mantenerme en «modo avión» y cuando no estoy en ello, suelo portar papel y boli por si algún dato o referencia muy puntuales aparecen por allí; pero en general, prefiero mantenerme libre para observar a las personas y lo que sucede alrededor, que siempre algo sedimenta.
—Como dijimos antes, acaba de autopublicar la tercera edición, una edición actualizada, de su novela El amor de las mujeres locas. ¿Estructuró usted esta obra de alguna manera?
Yo tuve la fortuna de recibir de primera mano esta historia de más de medio siglo, de manera diáfana, en la que pude profundizar. Ponerla por escrito en su contexto político y social preñado de acontecimientos, diversos escenarios y países, expectativas y subjetividades, derivó en un proceso que seguramente tiene explicación, pero que no estoy en condiciones de describir.
—¿Necesitó documentarse para escribir su novela, o sus recuerdos y vivencias fueron suficientes? ¿Qué le costó más: la documentación o la propia escritura de la novela?
Desde que conocí la historia, durante años me identifiqué en ella; incluso una casualidad inesperada me vinculó más profundamente: la vivienda citada por Beatriz al comienzo de su relato, fue habitada por mí y mi familia, siete años después de lo que había ocurrido allí, sin saberlo, por encontrarme trabajando fuera del país. Quiero decir que la historia preexistía y contenía esa y otras afinidades subjetivas. Lo más difícil, sin dudas, fue documentarse, corroborar hechos, datos y lugares. El franquismo y posfranquismo subsistente hasta el presente en ámbitos del poder, como sectores de la judicatura desafiantes de la Constitución, o en la Conferencia Episcopal, sin que a la mayoría social y a la minoría dirigente se le ericen los pelos, lograron eliminar u ocultar rastros de su complicidad con el nazismo, y resistirse con uñas y dientes a la memoria y la verdad histórica. Ponerse a indagar en ello de manera individual y «artesanal», es como pretender atravesar un vertedero infectado de alimañas.
-Rodolfo, ¿se ha encontrado alguna vez con dificultades para conseguir editor, o nunca se planteó otra cosa que no fuera autoeditar?
Pensar en términos de edición tradicional es actualmente quimérico para quien no provenga del ámbito farandulero, político-escandaloso o vinculado a la «nobleza», que generan mayor interés y dividendos a los gigantes editoriales que, aunque primitivamente se opusieron, rápidamente se introdujeron en el sistema de edición bajo demanda y/o autoedición, mediante el cual, luego de pagar, los autores suelen ser sometidos a humillaciones y exacciones, cuando no a defraudaciones referidas a presentaciones, promociones, distribución, o sometidos a obstáculos y/o veladas censuras. Por lo que preferí y logré autoeditar con la suerte de encontrarme con vuestra asistencia técnica que, en ningún momento y de manera alguna, interfirió en mis contenidos.
-Esta es la tercera edición de su novela, por lo tanto ya tiene lectores. ¿Los conoce? ¿Cómo son? Y, a los que no conoce, a los que llegarán ahora tras esta nueva edición… ¿cómo los imagina?
Originalmente imaginé y escribí para un puñado de lectores representativos para mí, de segmentos a los que pretendía acceder, víctimas de la nobleza aliada con el nazi-fascismo (léase Alfonso XII-Primo de Rivera): españoles, argentinos, gallegos desparramados por el mundo, con quienes deseaba compartir la historia que poseía y casi injustamente retenía. Lo hice introduciendo una advertencia en la carátula: «En el transcurso de esta historia sobre hechos reales, ficticios o ilusorios, se expresan opiniones confesionales o políticas eventualmente molestas para lectoras o lectores desprevenidos», consciente de que podría levantar ampollas, sin engañar a nadie. Aun así, no dejo de recibir insultos y en ciertos niveles «ninguneos» que no dejan de poner en evidencia sus debilidades intelectuales, morales y políticas, que solo pueden medrar por la estulticia de quienes más pronto que tarde -no olvidemos la experiencia de los años treinta; Ucrania puede ser un preaviso- debieran desenmascararse y protegernos.
-¿Cree usted que es posible que la literatura, hoy en día, con tantos avances tecnológicos y la sociedad tal como está, haga reflexionar a la sociedad? ¿O eso solo pasaba en tiempos pasados?
Como en los tiempos que la imprenta tenía el monopolio de la transmisión de las ideas, evidentemente no. Asumiendo la definición RAE de literatura como «Arte de la expresión verbal», necesariamente leída por alguien, se pone en evidencia la imprescindibilidad de la industria gráfica, la distribución y comercialización de libros, actualmente en manos de quienes poseen los recursos necesarios para poder planificar sus objetivos en bolsa. Por si esto fuera poco, pareciera que los libros como mercancía van a subsistir y los autores a desaparecer bajo la «inteligencia artificial», que es información acumulada, altamente productiva para las inteligencias de quienes la dominen. Pero el peligro no es el monstruo, sino quienes simultáneamente desarrollan su «ética artificial»: Señoras escritoras y escritores: si no lográis convertiros en propios editores y distribuidores a través de organizaciones sociales, cooperativas o públicas, arremetéis como lemmings hacia la nada, que de verdad no se inmolan; Disney los compró para espantarlos y obligarlos a despeñarse en masa para filmar el mito del suicidio colectivo y ganar un «Óscar» en 1959 y el Oso de Oro en Berlín.
A propósito de esto, si el espacio lo permite, por el 1960, sesquicentenario de la Revolución de Mayo Argentina, el editor Boris Spivacov encabezó la creación de EUDEBA, Editorial Universitaria de Buenos Aires, con puestos de venta a precios asequibles en las calles. Recuerdo y sigo releyendo o consultando sus ediciones a las que una generación de estudiantes y trabajadores pudimos acceder y formatos especiales dedicados a la pintura y al arte de autores nacionales, hasta que una dictadura se los llevó por delante junto a las inmobiliarias y supermercados cooperativos reguladores de precios, para reemplazarlas por el sistema de zorros libres en gallineros libres.
—Por su experiencia como escritor, ¿qué consejo o consejos le daría a un escritor principiante?
Leer hasta embarazarse y querer parir. Permítame recurrir a la cita de su relato «Un calor desconocido», referida a Borges: «Uno llega a ser grande por lo que lee; no por lo que escribe».
—¿Actualmente está usted trabajando en algún nuevo libro, en algún nuevo proyecto literario? ¿Podría adelantarnos algo?
Sí, sobre diversos temas e inquietudes que quisiera hacer converger en una obra que los vincule. ¿Complicado, no? Sobre todo cuando uno no es Tolstói o Joyce, en clave diferente. De cualquier manera, un personaje de esa historia piensa en sustituir definitivamente a la monarquía española por una república federal moderna aceptada por todas y por todos, comenzando a describir las aberraciones políticas, económicas y prostibularias de la real familia; desde su bisabuela, y su futuro dinamitado por las cargas de profundidad de la fortuna supuestamente lícita del emérito (léase testaferros, «testaferras», primos, sobrinos, hijos, nietos, bisnietos y entenados) y propone una «movida» a mediano plazo, sustentada por mayorías sociales y autonómicas más asentadas y seguras de sí mismas, pactando con la monarquía encabezada por quien sea, una retirada vitalicia remunerada y agradecida por los servicios prestados, a la que este sujeto denomina «Operación Puente de Plata» y su idea no me disgusta, aunque el agradecimiento y devolución de favores debiera provenir de quienes se marchan.
—Rodolfo, ¿dónde pueden encontrar los lectores su novela El amor de las mujeres locas y en qué formatos?
En Amazon, en formato de papel o e-book y/o en librerías físicas que si no lo tienen, lo pueden recibir bajo pedido, en casi todo el mundo.
—Ha sido un placer realizarle esta entrevista, Rodolfo. Espero y deseo que su libro sea todo un éxito. Muchas gracias por su tiempo y por sus sabias respuestas. Un fuerte abrazo.
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