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Entrevista a Benito García Muñoz, autor de la novela "Siempre hay un camino"

Actualizado: 24 ago 2021



Benito García Muñoz (Malagón, Ciudad Real, 1936).

Es licenciado en Educación Física por la Universidad Politécnica de Madrid. Reside en Puertollano (Ciudad Real) desde 1964.

Hasta su jubilación, ha estado dedicado a tareas docentes en centros públicos. Es funcionario del Cuerpo Superior de la Administración Civil del Estado, alternando ambas funciones.

Ha colaborado en publicaciones monográficas sobre temas educativos. «Siempre hay un camino» es su primera novela, una historia imprescindible para reflexionar sobre nuestro pasado y, más que nada, sobre nuestro futuro.



 



-Para empezar, Benito, la primera pregunta que siempre hago a mis entrevistados: ¿En su opinión, un escritor nace o se hace?


Creo que son dos cuestiones inseparables. Se nace, ¡creo yo!, con un «gen» literario, y la vida, la experiencia, el conocimiento y la observación de lo que sucede, va marcando el camino y carácter del escritor. Y solo cuando se es capaz de transmitir las sensaciones asumidas, se vuelcan en las páginas del libro y el lector se apropia de ellas, es cuando nace verdaderamente el escritor.



-¿Cree usted que es posible aprender a escribir? ¿A ser escritor de verdad?


Es obvio que contar historias —bien contadas—, es un arte; no hay que olvidar que «ser artista» y ejecutar un arte, no está al alcance de todos. Por tanto, yo no creo que se pueda aprender a escribir así, sin más. Escribir supone saber idear lo que observamos; saber ligar una trama argumental y que, además, sea creíble; saber expresar con claridad lo que queremos transmitir…Sinceramente, creo que es difícil. Yo, personalmente, lo he comprobado con esta mi primera novela.



-¿Cómo surgió la idea de escribir su novela “Siempre hay un camino”?


Surgió cuando, inesperadamente, apareció en nuestro panorama político reciente el «fantasma cainita» que nos ha perseguido desde tiempos inmemoriales. Superado el hecho histórico más trascendental del período democrático —la transición de la dictadura a la democracia plena—, y cuando parecía que todos los españoles habíamos aprendido a entendernos y a respetarnos entre nosotros y, por ello, a exigirnos el perdón y la reconciliación debida, resulta que los «iluminados» de turno deciden que la Historia había que rebobinarla para regresar de nuevo «a las bestias».



-Benito, usted nació en el año 36… ¿Cuánto tiene su libro de autobiográfico?


Tiene mucho. He sido testigo presencial y protagonista de algunos de los hechos narrados en “Siempre hay un camino”. Pero, más que nada, en la historia que cuento resplandece la grandeza de esa «generación silenciosa» que sufrió, ¡así me lo parece a mí!, más que ninguna otra, y que hizo posible que los españoles hallásemos ese “camino ancho y limpio” (Ortega y Gasset) por el que poder caminar con nuestras diferencias, sí, pero todos juntos



-Usted vivió aquella postguerra y nadie mejor que usted, como todas las personas que también lo vivieron, para relatarnos lo que ocurrió. ¿Cree que los tiempos que estamos viviendo actualmente son mejores que aquellos? ¿Qué opinión le merece la encarnizada lucha actual entre izquierdas y derechas? ¿Por qué hemos perdido la reconciliación y el perdón que nos trajo la Transición Española?


“Cualquier tiempo pasado / fue mejor”, nos dice nuestro gran Jorge Manrique. Desde su siglo XV ya ha llovido. En el caso que nos ocupa, no parece que así sea. Nuestro tiempo actual nada tiene que ver con el tiempo de la posguerra; entonces pasamos hambre y la miseria nos acorralaba sin piedad. Uno de mis recuerdos de niño —que no creo olvidar jamás—, era cuando mi madre me mandaba a por el «pan de ración» y, pícaro de mí, lo pellizcaba varias veces antes de llegar a mi casa. Y mi madre, con cara de ángel, me decía: “Hijo no pellizques el pan… ¡queda muy feo!”. Indudablemente la abundancia del hoy contrasta con la penuria del ayer.

En cuanto a la segunda pregunta pienso honestamente, que esa lucha tiene más de publicidad que de otra cosa. La clase política se ha convertido en «profesionales de la política». La vocación política es cosa del pasado; lo que antes era vocación, ahora es aversión: han deshonrado, por completo, el honroso concepto de «política». Hoy, la política, es un medio para entretener al personal… ¿las ideas? ¡Eso es lo de menos! Esas luchas, a las que tan acostumbrados nos tienen, y en las que abundan los insultos, la intolerancia, las acusaciones de fascistas (cuando todos son fascistas; unos rojos y otros azules…pero todos fascistas por intolerantes), el más eres tú porque tú eres más corrupto que yo, etc., no es sino una simple excusa para no perder el sillón del despacho o del escaño. La evidencia de la indigencia moral de la gran mayoría de nuestros políticos, es su «profesionalidad». Referente a la pérdida de las virtudes de la Transición, debo señalar la extrema gravedad de esa pérdida. La ruptura con el Régimen de la Transición —como ahora intencionadamente se dice—, es un retroceso. Supone que la nueva izquierda no ha entendido que la Guerra Civil terminó en 1939 y que no hubo ningún ganador porque todos la perdimos. Sin embargo, sigue soñando con una guerra inacabada. Pretende arrancar unas páginas de la Historia, que quiérase o no, ahí están y tienen que ser asumidas. Nuestra democracia de ahora, ni puede ni debe enlazar con pasados ya superados y, además, olvidados por todos los españoles.




-Acaba de publicar su primera novela, “Siempre hay un camino”, que retrata, principalmente, aquellos años de postguerra… ¿Qué cosas buenas cree que había entonces –si es que las había- que ahora podamos echar de menos?


No creo que nadie pueda refugiarse en un pretérito muy poco apetecible. Ni siquiera desde la

desesperación de nuestra juventud actual sin trabajo, sin vivienda y sin poder emanciparse de sus padres, podría desearse volver a aquella situación que vivieron sus abuelos. Quizá, con buena voluntad, podría echarse de menos la solidaridad entre los jóvenes que no habían conocido los horrores de la guerra y aún no habían sido contaminados con el germen del odio y de la venganza.



-Mario, el personaje protagonista de su novela, es hijo de un hombre de clase media-alta que se alista –en plena Guerra Civil- en el Bando Nacional tras un suceso que les marcó de por vida. ¿Cree que Mario, con su forma de actuar, es el prototipo de persona que debería componer la actual sociedad española?


Sin duda. Mario, desde muy niño, empezó a comprender el drama al que estaba asistiendo. Se dio cuenta de que había dos formas de vivir, porque así lo aprendió de sus abuelos cuando le contaban la leyenda de la higuera —abuelo Llorente— y la del castaño —abuelo Manuel, o como le llamaba su padre, el socialista—. Eran dos concepciones de la vida, que habían conducido a un pueblo a un enfrentamiento fratricida. Mario buscó, durante toda su vida, dos cosas fundamentales para la convivencia: la reconciliación entre esas dos formas de vivir y la libertad para todos. Ese, y no otro, fue el trasfondo de la Transición. Sin embargo, el carácter cainita de los españoles, no tardó en despertar de su corto letargo, obligando al primer presidente del gobierno de la democracia —Adolfo Suárez— a dimitir de sus funciones: “Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”. Podría haber pronunciado también las palabras de otro presidente de la primera república, Estanislao Figueras: “Señores voy a serles franco: Estoy hasta los cojones de todos nosotros”.



-Benito, ¿qué proceso siguió a la hora de escribir su libro? ¿Tuvo que documentarse? ¿Realizó primero una escaleta para poder seguirla y no perderse en el proceso de escritura?


Bueno, se dice que «cada maestrillo tiene su librillo». La documentación, por supuesto, es imprescindible; sobre todo, para retratar la realidad de los escenarios en los que transcurren los hechos, y hacerlo de la forma más objetiva y esclarecedora posible. Con ello se consigue que el lector pueda situarse dentro de la escena y sentirse partícipe. En cuanto al método, simplemente, me hice un esquema global de la novela; aunque me valió más mis vivencias y experiencias reales en las que participé día tras día.



-¿Cómo imagina a los lectores de “Siempre hay un camino”?


Pienso que el lector de “Siempre hay un camino” es un lector universal, por decirlo de alguna manera. Quiero decir que es una novela para reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra conducta y nuestra manera de entender la política, porque nos movemos en un espacio moral que debemos compartir con aquellos con los que discrepamos, y debemos hablar, no vociferar; y escucharnos unos a otros, no hacer oídos sordos. En definitiva, comportarnos como personas que están obligadas a entenderse por el bien social. Y en este sentido, creo que su lectura puede convenir a cualquier edad, porque la responsabilidad social es de todos, no de unos cuantos, ni de una edad determinada ni clase social o política. Pero si queremos apurar un poco más, se puede pedir a los jóvenes que lo lean, porque ellos son el futuro y para llegar a él tienen la obligación de saber de dónde vienen. Conocer nuestro pasado, sin agobios, es necesario. Podemos evitar muchos errores.



-Esta es su primera novela, y esperemos que no sea la última, pero ¿encontró muchas dificultades para conseguir un editor?


Cualquier escritor novel —viejo o joven—, tiene cerradas las puertas de las editoriales tradicionales. Tendría que ser un libro excepcional para que un novel escritor fuese editado. Yo lo comprendo. Editar es caro y, naturalmente, las editoriales no quieren perder dinero con un libro cuyos resultados no están garantizados. Por esta razón, la autoedición se está imponiendo, porque los que llevamos algún tiempo con nuestro libro debajo del brazo buscando «un trocito de cielo», se nos acoge en ese espacio de la autoedición que, dicho sea de paso, se nos trata de maravilla.



-Como profesor que fue usted en su vida laboral, ¿cómo ve el actual panorama literario español? ¿Cómo ve a los jóvenes y adolescentes?


Es cierto que la lectura en papel decayó —aunque ahora parece que se rehabilita— con la aparición del libro electrónico; pero esto no significa que la lectura, en general, haya decaído, significa que el modo de lectura ha cambiado, la forma de informarse se hace de diferente manera. En mi opinión, creo que los jóvenes están más concienciados en formarse, y que las nuevas generaciones están y estarán mejor preparadas para el futuro, que será diferente. El avance imparable de la tecnología informática y de la robótica, no cabe la menor duda, cambiarán el modelo de vida.



-En estos momentos convulsos que estamos viviendo en España y en el mundo, ¿cree que hay esperanzas de que la escritura y la literatura, si no modificar, al menos hagan reflexionar a la sociedad?


Los grandes pensadores y literatos siempre han sido la avanzadilla social que ha hecho cambiar aspectos esenciales de la sociedad. Sin ir más lejos: Jean-Jacques Rousseau y Montesquieu. Ambos fueron capaces de cambiar el modo de participar en la sociedad y reestructurarla con el reparto de poderes del Estado. Es, por tanto, evidente que sí, que la literatura desde cualquier perspectiva, puede y debe hacernos reflexionar para desechar aquello que nos sobra y quedarnos con lo aprovechable socialmente. Los escritores siempre han sido el revulsivo para provocar el desbordamiento de las esencias caducadas que rigieron la vida en una época determinada, e incorporar la nueva savia a la sociedad. Solo así se puede evolucionar.



-¿Cuáles son sus libros de cabecera, o aquellos que le han marcado de alguna manera en su vida?


Por supuesto, y como manchego de pura cepa “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”; primero lo medio leí obligado para aprobar la asignatura de Literatura; después, ya «de mayor», lo releí muy complacido. Y, de cuando en cuando, releo algún párrafo, algunos pasajes…Me entusiasman las monografías históricas relativas a la Edad Media. Hasta he llegado a pensar que de haber tenido una vida anterior, ésta habría transcurrido en la Edad Media.



-Como escritor ya publicado, ¿qué consejo o consejos le daría a un escritor principiante?


A todo escritor, sea novel o principiante, le deben adornar varias cualidades: En primer lugar querer ser escritor; no demostrar lo que sabe pretendiendo ser genial; tener siempre en cuenta que lo escrito no es definitivo, que corregir es esencial; no sentirse un «diccionario viviente»; simplificar el discurso para no embrollar el resultado; no imitar a escritores ya consumados: no será su estilo ni, además, lo conseguirá; que sea uno mismo, con su propio lenguaje y forma de escribir. Si a todo eso se le añade la honestidad, la sinceridad y la autenticidad, el resultado será excelente.



-¿Está usted trabajando actualmente en algún nuevo libro? ¿Podría adelantarnos algo?


Sí. Tengo empezado un nuevo libro. Es una reflexión de futuro sobre lo que puede llegar a ser la «globalización mundial de la economía social». La corrupción, el desempleo, la pobreza que genera la concentración del poder económico, el levantamiento de los oprimidos sin trabajo llevados por el hambre. Los buscadores de «glorias y salva patrias». Un nuevo orden y un viejo desorden.



-Ha sido un inmenso placer compartir este rato con usted, Benito. Para mí no hay mayor satisfacción que entrevistar a escritores que tanto han vivido y tanto tienen que enseñarnos. Desde aquí, a todos los lectores de nuestro blog en BooKyAM les recomiendo encarecidamente su libro, su novela “Siempre hay un camino”, magistralmente escrita y con una parte de la historia de España desconocida para muchos de nosotros.

Muchas gracias por su tiempo y un fuerte abrazo.






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