Jorge Martínez Rodríguez (Asturias, España, 1937). Sacerdote secularizado, licenciado en
Filosofía y Ciencias de la Educación. Lleva más de cuarenta años trabajando principalmente con indígenas de Centro América y Chiapas, México. Es autor de: Cristianos: ¿Por qué temer a la Revolución? (1982), La Historia del Pueblo Guatemalteco (1983), Nosotros conocemos nuestra historia (Recopilador) (1985), Buscando nuevos caminos en Centro América (1998), La Biblia y las culturas (2009), El Cristianismo y las culturas indígenas (2010), Historia de Chiapas (2010), El caminar de la Iglesia en Chiapas (2011), Otro Mundo es posible y necesario: ¿Cómo lograrlo? (2013), El Papa Francisco: Una visión integral (2018).
-Don Jorge, encantado de que ceda un poco de su tiempo para nuestras preguntas y, por supuesto, para nuestros lectores, que se lo agradecerán de verdad. Quiero hacerle la pregunta que siempre hago a las personas a las que entrevisto. Usted, que ya ha escrito un montón de libros, ¿cree que un escritor nace o se hace?
Creo que hay escritores que nacen. Son los genios de la literatura, como Cervantes o García Márquez, que son leídos y recordados generación tras generación. Hay genios en la literatura como los hay en las demás artes y ramas del saber.
Pero la gran mayoría de los que escribimos libros, pasamos por un aprendizaje también semejante al de otras disciplinas. ¿Cómo se aprende a nadar?, nadando. ¿Cómo se aprende a escribir?, escribiendo.
-Todos sus libros son ensayos, reflexiones, reivindicaciones que reclaman un mundo mejor. Pero ¿sus libros parten de una imagen o de una idea?
Mis libros, en general, parten de una situación problemática que intento clarificar. En primer lugar, para clarificarme yo, y, en segundo lugar, para ofrecer a otras personas un material que les pueda ayudar para ubicarse en esas situaciones conflictivas y a comprometerse en la solución de las mismas. En general, puedo decir que todos mis libros tienen una intención didáctica.
-En su último libro, recién publicado con BooKyAM, La ilusión de un mundo mejor y una iglesia diferente, nos relata lo que fue su vida. ¿Hasta qué punto es reivindicativa esta autobiografía?
Yo diría que más que reivindicativa es testimonial. Como señalo en las conclusiones de mi libro, a través de mis 84 años de vida “nunca he sido protagonista de grandes cosas, pero he sido colaborador de grandes causas”. Mi ilusión es que las generaciones presentes y futuras puedan conocer las utopías, los ideales, las luchas, las esperanzas y las desilusiones que las personas de mi generación hemos vivido.
Somos la generación que yo llamo “de los sesenta”, porque en esa década entramos a la mayoría de edad y nos tocó ser testigos de las grandes transformaciones ideológicas, sociales, políticas y religiosas que se dieron en esos años: la revolución cubana, las luchas de independencia del Tercer Mundo, los movimientos revolucionarios de América Latina, la revolución feminista, las reivindicaciones de los negros en EU, la rebelión de los estudiantes en el sesenta y ocho, la Primavera de Praga, el Concilio Vaticano II…
Muchos de nosotros pusimos “la carne en el asador” para que esas ideas se convirtiesen en realidad y aquí estamos; morimos de pie como los árboles. Como dijo Pere Casaldáliga: “podemos parecer soldados derrotados, pero nuestra causa es invencible”.
-A usted, en muchas ocasiones, le tacharon de “cura comunista”. Tras su experiencia por la vida y como sacerdote que fue, ¿cree en el comunismo como el mejor método de gobierno para la gran mayoría de ciudadanos?
En los últimos años de la dictadura franquista que me tocó vivir en España, la acusación de “comunista” era el sambenito que se colgaba a todas las personas que luchaban por una sociedad más justa e igualitaria.
No sé si el comunismo es el mejor método de gobierno, pero lo que sé es que el capitalismo es terriblemente destructivo para la mayoría de las personas y para la Madre Tierra en general. Según palabras del papa Francisco: “el sistema capitalista es perverso en su raíz; el capitalismo mata”. Por eso podemos decir que cualquier sistema un poco más humanista, con mayor justicia, igualdad y fraternidad, será mejor para una gran mayoría de ciudadanos.
-¿En qué se diferencia –según su opinión- el comunismo igualitario que preconizaba Marx al comunismo que se vive actualmente en algunos lugares de nuestro planeta, donde los altos cargos viven en la riqueza y el resto no tiene casi para poder comer? Le pongo ejemplos: Venezuela, Cuba, Bolivia, Corea del Norte…
Lenin, el principal responsable de poner en práctica las ideas de Marx, planteó una estrategia que resultó muy útil para organizar a los obreros de cara a la toma del poder: “la vanguardia del proletariado y el centralismo democrático”. Pero esas estrategias resultaron unas armas que, una vez conquistado el poder, fácilmente se pueden volver en contra del mismo pueblo. De hecho, creo que el gran problema de los países comunistas ha sido la dificultad para relacionarse con las organizaciones de base simpatizantes con el proyecto, pero autónomas frente al mismo. Esto les ha impedido poder contar con organizaciones sociales y partidos políticos que les pudiesen hacer una crítica constructiva para mejorar diferentes aspectos en la gestión del gobierno.
Pero otra gran dificultad para que los gobiernos comunistas puedan disfrutar de formas de gobierno más democráticas y pluralistas es el acoso constante que han sufrido y siguen sufriendo de las potencias capitalistas. Para que no se interprete que estoy hablando desde prejuicios ideológicos, me permito transcribir los objetivos del embargo económico impuesto a Cuba desde hace más de sesenta años, y que se mantiene actualmente a pesar de que el 98% de los países de la ONU, año con año, votan en contra del mismo.
Estos objetivos los formuló muy claramente Lester Mallory, Subsecretario de Estado, el 6 de abril de 1960, con estas palabras: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Ante estas afirmaciones tan claras y contundentes, las expresiones de lástima y condolencia por la situación de limitaciones democráticas, económicas, de salud y de bienestar que vive el pueblo cubano y otros países en situación similar suenan a hipócritas y cínicas.
¿Tendrían más libertad y pluralismo político estos países si no sufrieran la presión y el embargo económico de que fueron y continúan siendo objeto? No lo sabemos, pero es evidente que, para enfrentar estas situaciones, tuvieron que reforzar el centralismo y las medidas de control de la población.
-¿Usted cree en Jesús, en Jesucristo, como la figura humana más importante de la historia de la humanidad?
Indudablemente. Con independencia de que haya sido o no un ser divino, lo que es indudable es que fue un ser humano extraordinario. Su libertad frente a la familia patriarcal; su crítica radical a una religión formalista y ritualista, ajena a los dolores de los seres humanos; su postura radical y contracultural frente a las costumbres y tradiciones que marginaban a los pobres, a los enfermos, a los leprosos, a los “pecadores”; su actitud de lucha no violenta; su enseñanza del poder como servicio; su mensaje de amor a los enemigos; el empoderamiento de las mujeres en una sociedad tan patriarcal, y el cambio producido en la imagen de Dios: pasar de un “Dios policía a un Dios Amor”, todos estos elementos convierten a su persona y a su doctrina en un ideal ético de tal altura que me parece difícil ser igualado por ningún otro ser humano.
-En su opinión, ¿por qué la Iglesia se ha separado de las palabras de Jesucristo, de lo que Él decía?
En parte, por lo que dije anteriormente. Mantener el nivel ético que Jesús nos ha mostrado no es tarea fácil. Y la Iglesia está formada por hombres y mujeres muy “normales”, muy semejantes al resto de los mortales. Por eso, fácilmente nos separamos del ideal que Jesús nos enseñó y Él mismo practicó. Recordemos la desproporción que ya observamos entre la calidad ética de Jesús y la de sus discípulos, que, cuando Jesús les anunció que iban a subir a Jerusalén y que tendría una confrontación con las autoridades religiosas, ellos comenzaron a discutir sobre el reparto de puestos en el nuevo reino que instauraría Jesús.
Pero podemos decir que hay un punto de inflexión cuando el emperador Constantino, a principios del siglo cuarto, le ofrece privilegios políticos y económicos a la Iglesia a cambio de que ésta le facilite la cohesión y la unidad del Imperio. Y este proceso se consumó en el año 380, cuando el emperador Teodosio declaró la religión católica como la religión oficial del Imperio.
De alguna manera podemos decir que, ante las ofertas de los emperadores, la Jerarquía de la Iglesia cayó en las tres tentaciones que Jesucristo venció en el desierto: la tentación de las riquezas, del poder y de la ostentación. Estas tres realidades (riqueza, poder y ostentación) marcarán el rostro de la Iglesia durante muchos siglos. Pero hay que reconocer que en todos los tiempos surgieron también manifestaciones proféticas de cristianos y de herejes, reclamando una vuelta a los orígenes, a la pobreza y al Evangelio de Jesús. Aunque, lamentablemente, en muchas ocasiones fueron reprimidas y muy pocas veces fueron tomadas en cuenta.
-La Iglesia ha cambiado mucho en los últimos siglos, por fortuna, ¿pero qué cambios necesita esta Iglesia Católica con urgencia para que las “ovejas” regresen de nuevo a su redil y vuelvan a creer en sus “pastores”?
Podemos decir que desde el Concilio Vaticano II, en los años sesenta, comienza un proceso que busca un cambio profundo en la Iglesia. Cuando le preguntaron al papa Juan XXIII qué pretendía con el concilio, él contestó sin vacilar: “Lo que busco con el concilio es quitarle a la Iglesia el polvo imperial que se le ha ido pegando desde Constantino”.
Esta es la gran tarea: volver a los orígenes, renunciar a las tres tentaciones que señalé anteriormente: las riquezas, el poder y la ostentación, para convertir a la Iglesia en una gran comunidad de pequeñas comunidades alternativas, como fue en sus orígenes.
Comunidades alternativas porque “ponían todos sus bienes en común” (Hec. 4, 32-36); porque buscaban la igualdad y la solidaridad entre las diferentes comunidades: “con la abundancia de unas comunidades remediaban la necesidad de otras” (2 Cor. 8,14-15); porque no consideraban válida la eucaristía “si unos se estaban emborrachando, mientras otros pasaban necesidad” (1 Cor. 11, 21); porque mantenían una gran libertad frente a las autoridades civiles, que intentaban prohibirles predicar en nombre de Jesús: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hec. 5, 28-29); porque se oponían al racismo y a la diferencia entre las personas: “Ya no hay diferencia entre griego y bárbaro, entre esclavo y hombre libre, entre hombre y mujer” (Gal. 3, 28); porque se negaban a dar culto al emperador, “porque sólo Cristo es el Señor”; porque se amaban de tal manera que los paganos se admiraban diciendo: “¡mirad cómo se aman!”.
La Iglesia será creíble en la medida en que vuelva a sus orígenes y se adapte a los tiempos actuales.
-Usted es un cura que siempre luchó por abolir el celibato en la Iglesia Católica, de hecho, usted se casó con la que es su esposa, convirtiéndose así en un sacerdote secularizado, ¿por qué cree que la Iglesia no quiere cambiar esta cuestión, cuando la gran mayoría de las personas lo vemos justo y necesario?
Jesús no impuso el celibato a sus discípulos. Uno de los milagros que realizó fue precisamente curar a la suegra de Pedro. En las primeras comunidades tampoco lo impusieron; más bien recomendaban “que los obispos y presbíteros estén casados y sepan gobernar bien su casa. Porque, si no saben gobernar bien su casa, cómo van a gobernar la comunidad de la Iglesia” (Cartas a Tito y Timoteo).
El celibato se fue imponiendo muy lentamente en siglos posteriores, cuando la organización de la Iglesia en diócesis y parroquias ya era muy semejante a la actual. Y prácticamente hasta el siglo XII es que se impuso como obligatorio en toda la Iglesia.
Creo que hay varios factores que explican la resistencia de la jerarquía a modificar esta ley del celibato. En primer lugar hay motivos económicos: para la jerarquía es más fácil alimentar y sostener a una persona sola que a toda una familia. Hay también motivos de gobierno: el cura célibe es un soldado mucho más disponible en manos del obispo, para moverlo a discreción. Y por último, hay motivos de tipo psicológico: la aversión hacia el sexo y hacia la mujer por parte de la jerarquía de la Iglesia, una aversión que hunde sus raíces en la filosofía neoplatónica de los primeros siglos del cristianismo, que enseñaba aversión a las mujeres y a las actividades sexuales. Estas doctrinas penetraron muy hondo en el pensamiento de la Iglesia, que llegó a considerar como impuras las relaciones sexuales. Todas estas razones actualmente se pueden obviar, tal como se hace en las otras iglesias cristianas.
Pero la abolición del celibato debe ir acompañada de una profunda revisión del modelo de sacerdote tradicional. Lo que muchos actualmente estamos proponiendo es que la comunidad cristiana debe ser el sujeto de todos los ministerios, incluyendo el sacerdotal. Y la comunidad decidirá si elige a un soltero o a un casado, a un hombre o a una mujer; si por un tiempo limitado o por tiempo indefinido. Este es el cambio que debemos promover y no solamente si el cura se puede casar o continuar como célibe.
-Jorge, usted pasó muchos años en Centroamérica como misionero, ayudando a los más desfavorecidos, impartiendo sus clases como maestro, ejerciendo su labor pastoral… Incluso con el miedo de ser asesinado por las “guerrillas”, como les ocurrió a otros buenos hombres. ¿Con qué se queda de lo que vivió aquellos años?
Bueno, esta pregunta me parece un poco imprecisa, porque no han sido las “guerrillas” las que han asesinado a muchos sacerdotes y catequistas, sino los “ejércitos”, adoctrinados en la doctrina de la “Seguridad Nacional” y entrenados en la Escuela de Las Américas del Ejército de Estados Unidos, para terminar con los “movimientos comunistas y subversivos” en toda América Latina.
Lo que yo he vivido en Guatemala fue la política de los gobiernos militares, que, con la asesoría y ayuda económica de EU, planificaron eliminar la presencia física de la Iglesia de todas las zonas de conflicto, para que no quedasen testigos de las atrocidades que cometía el ejército en contra de las poblaciones indefensas.
De aquellos años me queda el recuerdo muy vivo de los innumerables mártires regados por toda América Latina, que dieron su vida luchando por una mayor justicia y dignidad para los pobres y marginados de los diferentes países del continente. Tres obispos: Angelelli en Argentina, Mons. Romero en El Salvador y Mons. Gerardi en Guatemala; decenas de sacerdotes y religiosas; centenas de catequistas y miles de cristianos sellaron con su sangre la sinceridad de su compromiso.
-Volviendo a su labor literaria que, como ya dije al principio, es vasta y variada, ¿encontró dificultades para conseguir que editaran sus obras?
Sí, encontré dificultades, por no ser un autor conocido y de renombre, y también por el contenido didáctico de mis libros. No tocan temas espectaculares ni escandalosos, que es lo que busca el gran público y lo que interesa a la mayoría de las editoriales.
Y también porque nunca he tenido un “manager” que se encargase de buscar los canales de publicidad de los libros. Los lectores fueron los principales promotores de la difusión de mis libros. Con una buena campaña de publicidad se hubieran podido difundir mucho más.
-Jorge, ¿cuáles son sus libros de cabecera?
No tengo “libro de cabecera”, pero, desde hace muchos años, mis autores preferidos son los teólogos y teólogas de la liberación. Por no citar muchos, mencionaré únicamente que sigo leyendo con mucho interés los libros de los teólogos brasileños Frei Betto y Leonardo Boff, y de los españoles José María Castillo, González Faus y Juan José Tamayo; entre los biblistas, a Pablo Richard, recientemente fallecido, y entre los sociólogos, a Boaventura de Souza Santos.
-¿Cómo imagina a sus lectores?
-En general, son personas inquietas y preocupadas por las situaciones que estamos viviendo en el mundo (crisis social, política, ecológica) y que buscan libros con un lenguaje sencillo y asequible que les ayuden a clarificarse, para poder actuar con más conciencia y responsabilidad.
-¿Tiene esperanzas de que sus libros hagan reflexionar a la sociedad?
Sería muy presuntuoso pensar que mis libros “hagan reflexionar a la sociedad”. Pero me alegra mucho cuando militantes de organizaciones sociales o de comunidades eclesiales de base de la Iglesia me comentan que mis libros les han ayudado mucho para entender la situación que estamos viviendo y para el trabajo que vienen realizando.
-Como escritor experimentado que es, Jorge, ¿qué consejo o consejos le daría a un escritor principiante?
-Que no dude en “tirarse al ruedo”, si considera que tiene algo que decir que pueda ayudar a alguna otra persona. El poner por escrito sus ideas, le ayudará a poner en orden sus pensamientos y, a la vez, poder ofrecer a otras personas el fruto de sus esfuerzos. Al principio nos da mucho miedo, pero, como ya dije al principio de esta entrevista, “escribiendo es como se aprende a escribir”.
-Actualmente, ¿está trabajando en algún nuevo libro? ¿Podría adelantarnos algo?
De momento, prefiero tomarme un tiempo de descanso y de reflexión. Me parece que la situación que estamos viviendo lo amerita.
-Don Jorge, ha sido un enorme placer contar con usted en esta entrevista, y que haya dedicado un poco de su preciado tiempo a contestar mis preguntas. Le deseo todo lo mejor de la vida y que sus anhelos se cumplan y que todos lo veamos. Un fuerte abrazo.
Comments