Las imágenes mágicas:
A veces –y puedo asegurar que funciona- revisar viejas fotografías nos pueden encender la llama para comenzar a escribir una escena, un capítulo, un relato, o incluso, darnos la idea para comenzar a escribir una novela.
También navegar por internet, con las noticias y sus imágenes impactantes, pueden llegar a disparar nuestra creatividad. Por supuesto, releer y ojear viejas revistas, enciclopedias obsoletas, etc. Así mismo, nuestras propias lecturas pueden darnos una idea de cómo desbloquear la situación, aportándonos ideas que podremos desarrollar en nuestro texto; por supuesto, sin llegar nunca al plagio.
El país de las Maravillas: Los cinco sentidos:
¿Alguna vez os habéis planteado cómo plasmar en el papel lo que os transmite un olor, el tacto suave de una pluma sobre vuestra piel…? Pues, aunque os parezca extraño, nuestros sentidos pueden ser un gran punto de partida para crear historias, porque nos retrotraen a recuerdos del pasado.
Si prestamos atención a nuestros cinco sentidos (seis, en el caso de las mujeres), encontraremos numerosas ideas para escribir.
Así, en un primer momento, mientras escribo este artículo, se me ocurren varios puntos de partida por los que preguntarnos, relacionados con los recuerdos que reavivan los sentidos:
¿A qué huele la Navidad? ¿Qué sonidos recuerdas del patio de tu colegio? ¿A qué sabe tu comida favorita? ¿Qué tacto tenía tu juguete preferido? ¿Cómo era el aroma cuando tu abuela hacía magdalenas en casa? ¿Cómo veías a tu padre cuando tenías 10 años?
Os sorprenderéis de la cantidad de recuerdos que acudirán a vuestra mente, recuerdos que pueden ayudaros a crear una historia.
El cotilla de las conversaciones:
Una de las mejores ideas para conseguir una historia es husmear en los restaurantes, las colas del autobús, en las tiendas en los bares… en cualquier parte.
Yo escribí un relato que me surgió mientras tomaba una Coca Cola en la terraza de una bar madrileño.
Puede surgirte una idea, una historia, un diálogo que puedas adaptar a una historia comenzada. Incluso una jugosa conversación ajena puede ayudarte a preguntarte por un tema en particular que desemboque en una historia maravillosa.
El observador inquieto:
En muchas ocasiones, cuando el bloqueo me atenaza, cierro el ordenador y salgo a pasear.
Debemos hacerlo siempre con la mente abierta, fijándonos en nuestro entorno, en todo lo que pasa a nuestro lado y en todo lo que ocurre. Debemos observar todo a nuestro alrededor, sin ánimo de juzgar ni de opinar, simplemente observar. Casi siempre aparecerá ante nuestros ojos una persona, un objeto, una situación que hará saltar una chispa en nuestro cerebro y la idea (a veces, una historia) aparecerá sin quererlo. Daremos por finalizado el paseo y acudiremos raudos a nuestro escritorio a comenzar a plasmarla…
No os imagináis la de veces que me ha ocurrido esto. Después, igual la historia no es la más maravillosa del mundo, pero el bloqueo desaparece y la escritura comienza.
Diálogos que no existen:
Los diálogos ficticios son un buen punto de partida para escribir historias. Nos ayudarán a definir personajes y a mover la trama hacia delante.
Cuando nos sintamos bloqueados, cuando la trama no fluya, podemos inventarnos un diálogo entre varios personajes (una discusión entre ellos, una entrevista laboral, un debate vecinal…). Podremos comprobar que algo en ese diálogo superficial hará saltar la espita, con una idea, un pequeño detalle, y nos pondremos inmediatamente a escribir sobre ello.
Misivas:
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué nunca nos sentimos bloqueados cuando hablamos y, sin embargo, el bloqueo se nos presenta cuando escribimos?
Eso nos pasa porque hablar nos resulta más fácil, lo hacemos con fluidez, sin pensar apenas en lo que vamos a decir. Pues esa misma libertad debemos aprender a aplicarla a la escritura.
La escritura está hecha del mismo material que la lengua hablada, es evidente. Pero debemos saber captar la espontaneidad de la lengua hablada. Y qué mejor manera que hacerlo mediante cartas.
En vez de preocuparnos por el argumento de nuestra historia o por los personajes que se mueven por la misma, debemos dejar que nuestras ideas fluyan como si escribiéramos una carta a nuestro mejor amigo. Es este hecho de escribir una carta lo que nos ayudará en la escritura, nos permitirá encontrar nuestra propia voz y centrarnos en lo que realmente queremos contar; y, por supuesto, nos ayudará cuando no sepamos qué escribir o cómo seguir.
Cada ser humano somos un mundo:
Es evidente que cada uno de nosotros somos completamente distintos. Nuestras vivencias y sensaciones son distintas, y que hay tantas vivencias y sensaciones como seres humanos en el planeta.
Todos tenemos nuestras creencias, nuestras ideologías, nuestras formas de ver la vida. Si las analizamos, seguro que podemos encontrar grandes ideas para una historia. Solo debemos tener en cuenta que esta técnica o ejercicio requiere una introspección honesta.
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